Anoche, después de un divertido taller de baile, fui a mi restaurante japonés favorito donde los clientes pueden sentarte frente a la barra de sushi. Donde me sentaron primero, olía muy fuerte a algo como amoniaco y aromatizante de baño. Pensé que apenas habían limpiado la barra pero entonces noté que era el hombre que estaba en la siguiente mesa, oliendo completamente a colonia barata para hombre. Siendo tan sensible a perfumes y esencias, me moví al único lugar disponible al final de la barra. Junto a mí estaba una mujer gritona con una voz chillona, quien gritaba todas y cada una de las sílabas. Antes de sentarme, me pregunté si debí quedarme en el primer asiento, pero entonces decidí que era mejor tener una conversación fuerte junto a mí que el hedor de colonia arruinando el sabor de mi comida.
En cuanto mi sushi llegó – y no estoy inventando esto – la señorita gritona empezó a hablar (mejor dicho, gritar) de su amigo quien está obsesionado con cadáveres. Empieza con cada sangriento detalle acerca de las fotos de los cuerpos destrozados que su amigo publicó en facebook, parloteando cada detalle gráfico de todas y cada una de las partes del cuerpo. No es necesario decir que no es la más apetitosa conversación cuando estás comiendo carne de pescado cruda. Traté de tapar mi oído con mi dedo, pero eso hizo mis ruidos al masticar insoportablemente ruidosos en mi cabeza.
Irónicamente, el tema del taller de baile fue notar qué es lo que te rodea y estar consciente de cómo afectas y te afectan aquellos en tu espacio. Claramente, El Señor Old Spice y La Señora Gritona no tenían idea.
Afortunadamente estaba de buen humor, así que simplemente sonreí al terminar de comer y pagué la cuenta. Pero en el camino a casa, empecé a pensar seriamente, ¿qué pasa cuando no puedes controlar quién o qué está en tu espacio… entonces qué? Supongo que sólo pude dejar dinero en la barra y salir sin haber comido, pero entonces habría estado hambrienta. Pude haber pedido a la mujer irritante que por favor bajara la voz, pero he aprendido por experiencia que la gente que habla fuerte e inapropiadamente en público a menudo en realidad no saben como modular sus actos. Quizás debí haber dicho algo a la mesera, pero ellos no pueden controlar los olores y hábitos conversacionales de sus clientes.
Medité más acerca de los límites, a quienes dejo o no dejo entrar a my espacio, física y emocionalmente. Algunas veces, la gente presiona por entrar y, firme y rápidamente, tengo que enseñarles la salida. Uno de mis grandes maestros en este asunto es mi sobrino de dos años. Cuando su hermana mayor invade su espacio de una manera muy agresiva, agarrándolo para forzarlo o tratando de robar sus juguetes, él grita “¡NO!” e inmediatamente y decididamente la quita. Desearía haber aprendido a fijar límites tan claros y a reclamar y proteger mi propio espacio a temprana edad.
En el siguiente semáforo, pensé en la otra cara de la lección de baile. Muchos de nosotros hemos aprendido que debemos estar conscientes del mundo que nos rodea pero, ¿qué pasa cuando en realidad no queremos notar lo que pasa alrededor de nosotros (como la horrible conversación de esa mujer)? o cuando estamos completamente conscientes de cómo nuestra conducta impacta a otros alrededor de nosotros, pero queremos y tal vez necesitamos, ser egoístas y honrar nuestras propias necesidades? Por ejemplo, en Boston, viví en un edificio muy viejo con paredes muy delgadas y cada vez que veía la tele, incluso en un tercio de volume, los vecinos de arriba podían oirla a través del piso y se quejaban. Por un tiempo, dejé de ver tele sólo para hacerlos felices, pero entonces pensé, “¿Por qué no puedo ver tele en volume normal a una hora normal en mi propia casa? Así como ellos necesitan silencio, yo necesito relajarme viendo tele ahora. Mientras era lo más cortés posible viendo tele, podía hacer mucho más sin sacrificar mis necesidades por la de ellos.
Esto me lleva a algunas dudas importantes: ¿Cuándo ponemos las necesidades de otros antes de las nuestras y cuándo ponemos las nuestras primero, y cuándo nos comprometemos a algo? ¿Y cuánto de eso depende en una relación específica? Por ejemplo, en una relación íntima, ese balance debe ser delicadamente resuelto momento a momento, instancia a instancia, por que ambas partes quieren que la relación dure, y una relación sana generalmente se trata de trabajar juntos en una manera igual de dar y tomar. Sin embargo,en una situación con extraños en el bar de sushi, a quienes puedo o no puedo volver a ver, o con mis vecinos de arriba con quienes no era cercana, ¿hay una regla diferente de cuándo trabajar juntos para balancear sus necesidades contra las mías, o siempre debemos apuntar por el mismo balance, como si estuviésemos conectados con todos (lo cual estamos)?
Me encantarían sus opiniones y retroalimentación en estos asuntos, específicamente:
- ¿Cuándo crees que debemos ser más conscientes y respetuosos de aquellos que nos rodean, y cuándo no debe importarnos?
- ¿Cuándo debemos poner nuestras necesidades antes que las de los otros, o las de ellos antes que las nuestras… o necesitamos plantear algo en el medio?
- ¿Qué puede hacer la gente para fijar límites más sanos y no dejar entrar a otros a su espacio físico y emocional sin su permiso?
Por favor escribe tu opinión en la caja de comentarios debajo de este post. ¡Muchas gracias!
Paz,
Laurie
© 2013 por Laurie Gardner